Proceso por el que un Estado o comunidad social pasa de una economía basada en la agricultura a una fundamentada en el desarrollo industrial y en el que éste representa en términos económicos el sostén fundamental del Producto Interior Bruto y en términos de ocupación ofrece trabajo a la mayoría de la población (…) El proceso de industrialización no fue homogéneo, es decir, no fue todo en un solo paso, sino primero Gran Bretaña en el siglo XVIII, otros países como Estados Unidos, Japón y Rusia en el siglo XIX fueron industrializados y actualmente hay países de África o Asia que están muy poco industrializados. (Wikipedia)
“En las luchas contra el imperialismo económico extranjero, por la industrialización nacional, por la justicia en los campos, contra el parasitismo de los grandes rentistas, etc., la posición que conviene a los trabajadores es la posición misma del interés nacional”
Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936) Novelista, periodista e ideólogo español
EL CUARTO MANDAMIENTO (The magnificient Ambersons) – 1942
Director Orson Welles
Guion Orson Welles
Fotografía Stanley Cortez
Música Bernard Herrmann
Producción RKO/Mercury Productions
Nacionalidad Estados Unidos
Duración 88m. B/N
Reparto Joseph Cotten, Dolores Costello, Anne Baxter, Agnes Moorehead, Ray Collins, Tim Holt, Erskine Sanford, Richard Bennett.
«La vida y el dinero se escapan como bolitas de mercurio entre los dedos»
La segunda película de Orson Welles y la única en la que no participó como actor fue este apasionante melodrama familiar, basado en la premiada novela homónima de Booth Tarkington, que, a pesar de la mutilación efectuada por la productora durante su montaje, conserva todo su vigor y coherencia, erigiéndose en una de las grandes obras maestras de su filmografía. Las vicisitudes de una rancia, engreída y ambiciosa familia de la anquilosada aristocracia de Indianápolis y sus enormes dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos dominados por la industrialización y el ocaso de la plutocracia dieron pie a un romántico fresco social ubicado a finales del siglo XIX y principios del XX, donde volvía a resaltar la sobrecogedora puesta en escena wellesiana urdida a base de angulaciones, combinaciones de luz insólitas y decorados de una creatividad exacerbada. Una solemne e implacable meditación sobre el paso del tiempo y la fragilidad del poder, llena de momentos tan inolvidables como la secuencia del baile o el famoso epílogo, en el que el narrador, o sea el propio autor, culmina la obra apostillando: «He escrito y dirigido este film. Mi nombre es Orson Welles»
Otras películas sobre la INDUSTRIALIZACIÓN
Lo viejo y lo nuevo – S.M.Eisenstein y G.Alexandrov (1929)
La tierra de la gran promesa – Andrzej Wajda (1975)
Daens – Stijn Coninx (1992)
Impresionante melodrama familiar y efectivamente con la industrialización de fondo. Es de esas películas que no olvidas. Con un Joseph Cotten y una Agnes Moorehead inolvidables.
Recuerdo lo que me impresionó el primer visionado (y de momento el último) de La tierra de la gran promesa. Cuenta el lado absolutamente oscuro de la industrialización…
Se me ocurren varias películas que hablan de distintas manera de este proceso. Apunto tres clásicos: LA LOBA de William Wyler, GIGANTE de George Stevens y TIEMPOS MODERNOS de Charles Chaplin.
Beso
Hildy
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Incluí «La tierra de la gran promesa» entre mis preferidas de los setenta en el apartado de Rankings y, no lo dudes, que algún día aparecerá en el blog. No me extraña para nada que te impresionara en tu primer visionado.
Como siempre, muy acertados tus clásicos vinculados a la industrialización.
Un abrazo.
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Una de las películas más fascinantes y personales de la historia del cine, que solo un creador como Welles pudo abordarla otorgándole esa impronta, pese a que su montaje es el de la productora. Una obra maestra que atesora una atmósfera única para mostrarnos un proceso de transformación, cambio y decadencia excepcional. Deslumbrante película.
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Una película extraordinaria, no cabe duda. Es sorprendente como algunas cintas sobrevivieron a los despiadados tijeretazos padecidos en la sala de montaje y, aún así, conservan milagrosamente una identidad narrativa propia y la huella característica de su realizador, en este caso la del genial Orson Welles.
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