LUCIMIENTO (El águila negra)

1. Muestra de habilidad o capacidad que realiza una persona en un trabajo o actividad
2. Esplendor o brillo que tiene una cosa.
(Larousse Editorial)

«En mi oficio u hosco arte, ejercido en la noche en calma cuando sólo rabia la luna y los amantes descansan con sus penas en los brazos, trabajo a la luz cantora no por ambición ni pan, lucimiento o simpatías en los escenarios de marfil, sino por el común salario de su recóndito corazón»
Dylan Thomas (1914-1953) Poeta, escritor de cuentos y dramaturgo británico

EL ÁGUILA NEGRA (The eagle) – 1925

eagle2

Director Clarence Brown
Guion Hans Kräly
Fotografía George Barnes y Dev Jennings
Producción United Artists
Nacionalidad Estados Unidos
Duración 72m. B/N
Reparto Rodolfo Valentino, Vilma Banky, Louise Dresser, Carrie Clark Ward, Albert Conti, James Marcus, George Nichols, Michael Pleschkoff.

«Lágrimas de amor, muchacho. Usted es el primer ruso que ve llorar a su zarina»

Rodolfo Valentino inició su andadura en la United Artists con esta vistoso drama histórico romántico, cuyo personaje protagonista (un apuesto teniente del ejército imperial convertido en objeto de deseo carnal de la ardiente zarina Catalina II y en justiciero defensor del pueblo, a semejanza de Robin Hood o ‘El Zorro’) le permitía restituir la virilidad mediática que siempre irradió su figura y apaciguar los murmullos acerca de sus dudosas inclinaciones sexuales, engrosados tras su controvertido matrimonio con Natacha Rambova. Si la aventajada eficacia artesanal de Clarence Brown logró solapar con humor los aspectos negativos de este héroe de doble personalidad y manipular con brío descriptivo y compostura visual sus denodadas hazañas, por cierto inspiradas en el relato Dubrovsky de Aleksandr S. Pushkin, el mítico actor se lució en un vehículo a su medida, idóneo para redimir su maleabilidad interpretativa y, por supuesto, su desorbitado magnetismo erótico. En el aspecto estético, sería más que injusto obviar la siempre notoria labor del decorador William Cameron Menzies.

Otras películas concebidas como vehículo de LUCIMIENTO para su protagonista

Lady Lou – Lowell Sherman (1933) / Mae West
El príncipe y la corista – Laurence Olivier (1957) / Marilyn Monroe
El barrio contra mí – Michael Curtiz (1958) / Elvis Presley

2 comentarios

  1. Cuando un actor fabrica un personaje creíble, uno se olvida del actor. Lo que si hay que tener en cuenta es que el cine mudo era distinto y no hay que verlo con ojos modernos. Es interesante notar que cuando la película es buena, a los pocos minutos uno olvida que es muda y la disfruta de todos modos.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.