La adolescencia es esencialmente una época de cambios. Es la etapa que marca el proceso de transformación del niño en adulto, es un período de transición que tiene características peculiares. Se llama adolescencia, porque sus protagonistas son jóvenes que aún no son adultos pero que ya no son niños. Es una etapa de descubrimiento de la propia identidad (identidad psicológica, identidad sexual…) así como de la de autonomía individual. (Wikipedia)
«La adolescencia era como un segundo parto; en el primero nace un niño y en el segundo, en éste, un hombre o una mujer»
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) Escritor, filósofo y músico franco-helvético
LOS CUATROCIENTOS GOLPES (Les quatre cents coups) – 1959
Director François Truffaut
Guion François Truffaut y Marcel Moussy
Fotografía Henri Decae
Música Jean Constantin
Nacionalidad Francia
Producción Les Films du Carrose/Sédif
Duración 93m. B/N
Reparto Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Georges Flamant. Guy Decomble, Patrick Auffray, Daniel Couturier, Michel Girard.
«Miento de vez en cuando, supongo. A veces digo la verdad y no me creen, así que prefiero mentir»
Truffaut debutó en la realización con este perspicaz estudio sobre el aprendizaje de la vida, que, debido a su clamoroso éxito internacional, supuso el lanzamiento masivo u oficial de un movimiento cinematográfico tan trascendente e iconoclasta como la ‘nouvelle vague’. Con el impetuoso entusiasmo propio de toda ópera prima y la nomológica franqueza de cualquier evocación autobiográfica, el cineasta galo describió el hostil y problemático acceso al mundo de los adultos del desubicado e incomprendido adolescente parisino Antoine Doinel, un alter-ego truffautiano cuya vida transcurriría paralela a la de su intérprete Jean-Pierre Léaud, pues el actor volvería a encarnarlo en EL AMOR A LOS VEINTE AÑOS (1962), BESOS ROBADOS (1968), DOMICILIO CONYUGAL (1970) y EL AMOR EN FUGA (1978). Íntegramente rodado en escenarios naturales y con un presupuesto ciertamente asequible, el film convoca a la reflexión con una asombrosa ternura y delicadeza, patente en secuencias inolvidables por su sensibilidad naturalista como la célebre y postrera fuga hacia el mar del entrañable protagonista.
Otras películas sobre los problemas de la ADOLESCENCIA
El sur – Víctor Erice (1984)
Los juncos salvajes – André Techiné (1994)
Las vírgenes suicidas – Sophia Coppola (1999)
… En Sin novedad en el frente… qué imagen final más potente la mano y la mariposa. Es una película que todavía hoy conmueve y remueve…
Y Los 400 golpes me encanta así como la vulnerabilidad de ese personaje maravilloso creado por Truffaut y su actor Jean Pierre Leaud, Antoine Doinel… que crecería e iría ‘madurando’ en pantalla.
Los 400 golpes te atrapan y golpean… y ese rostro inmóvil de Doinel en su huida al mar mirándonos a todos es sobrecogedor… Como dices la película tiene ternura y delicadeza, dos cualidades que arrastraría el personaje en sus posteriores películas donde el realizador le ofrece un futuro movidito sentimental y emocionalmente pero con luz a final del tunel…
Las otras películas que nombras en adolescencia son buenísimas pero Lilya Forever es de una dureza que golpea en cada fotograma.
Besos
Hildy
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Es muy difícil no identificarse con el personaje de Antoine Doinel si has seguido su trayectoria vital, pues creo que todos en algún momento dado nos hemos sentido incomprendidos y faltos de cariño («Los 400 golpes»), ávidos de aventuras e insatisfechos laboralmente («Besos robados»), emocionalmente inseguros («Domicilio conyugal») o anhelosos por recuperar la llama de la pasión («El amor en fuga»).
He incluido «Lilya forever» al ser una película que vi de casualidad y que me sorprendió muchísimo por su capacidad para ensamblar dureza y emotividad. Me alegro que la hayas visto…
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No sé por qué nunca me ha terminado de entusiasmar esta película. Cierto que la segunda vez que la vi me gustó bastante más que la primera, pero aún así, no sé, no termino de cogerle de todo el punto. Cosas mías.
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Pues fíjate, a mí me ocurre todo lo contrario. Creo, que, junto a «La piel suave» y «Las dos inglesas y el amor», es la película de Truffaut que más me emociona y que vuelvo a ver con más asiduidad. El resto de su filmografía, como la obra de la mayoría de sus colegas nouvellevaguianos (Godard sobre todo) me resulta mucho más fría y proclive a frecuentar los contornos de la pretenciosidad.
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La honestidad de Truffaut está fuera de cuestión, desde luego, tanto en esta como en la mayoría de su obra. Cosa que no ocurre casi nunca con Godard.
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No me tires de la lengua con Godard, pues es uno de los cineastas que ha conseguido sacarme de quicio con su emblemática «modernidad» cinematográfica. Nada que ver con Truffaut (estoy de acuerdo) ni tampoco con Rohmer, al que aprecio con devoción.
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Rohmer debería de ser asignatura obligada para algunos directores de cine actuales y del pasado, sobre todo aquellos que son altamente pretenciosos, pues la fluidez y sencillez del primero es sencillamente deslumbrante.
Sin entrar en un análisis del cineasta francés, recordar a «El pequeño salvaje», una obra que me parece sencillamente perfecta.
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Me has despistado un tanto con tu comentario, pues al citar «El pequeño salvaje» no sé si en el párrafo anterior te referías a Rohmer o a Truffaut. De todos modos, abrigo una gran fascinación por el cine de ambos (especialmente por el primero). Si fuese cierta la frase sentenciada por Gene Hackman en «La noche se mueve» (ver una película de Rohmer es como ver crecer una planta») te aseguro que me hubiera aficionado a la jardinería.
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Sí, al no diferenciar y siendo ambos franceses pues… Obviamente en el primer párrafo hablaba del gran Rohmer y en el segundo de Truffaut. Y aciertas en cuanto a la fascinación. Un abrazo.
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