FUSILERO (La delgada línea roja)

Soldado de infantería dotado de un fusil. A pesar de que los fusileros solían formar parte de los regimientos de infantería de línea, a lo largo de la historia unidades de fusileros han desempeñado distintas tareas, incluyendo las de fuerzas especiales. https://es.wikipedia.org/wiki/Fusilero

«Nuestros fusiles estaban demasiado calientes para llevarlos, la noche estaba hecha de cortante acero, y por la calle abajo las descargas cerradas rodaban por donde como en oración los fusileros se arrodillaban»
Roy Campbell (1901-1957) Poeta, escritor satírico, traductor e hispanista sudafricano

LA DELGADA LÍNEA ROJA (The thin red line) – 1998

delgada

Director Terrence Malick
Guión Terrence Malick
Fotografía John Toll
Música Hans Zimmer
Producción Fox 2000/Geisler-Roberdeau/Phoenix
Nacionalidad Estados Unidos
Duración Estados Unidos/Canadá
Reparto Sean Penn, Nick Nolte, John Cusack, Woody Harrelson, Ben Chaplin, Elias Koteas, Adrien Brody, George Clooney, John Travolta.

«Vivimos en un mundo que se está destruyendo a marchas forzadas. Lo único que puedes hacer es cerrar los ojos y que nada te afecte. Cuidar de ti mismo»

Tras permanecer apartado del cine durante veinte años, Malick reanudó su entonces esparcida carrera como realizador con esta majestuosa adaptación de la antibelicista y autobiográfica novela homónima de James Jones, que ya había sido llevada a la gran pantalla con eficacia por Andrew Marton en 1964 bajo el título EL ATAQUE DURÓ SIETE DIAS. La constante manifestación de la exuberante naturaleza selvática, hermosamente fotografiada por John Toll, respaldó la serena y poética meticulosidad caligráfica del cineasta texano para forjar el entorno idóneo con el que transmitir las incertidumbres emocionales que desmoronaban a una fatídica compañía de fusileros estadounidense en la isla de Guadalcanal, en plena guerra del Pacífico, obteniendo como resultado un ceremonial bélico coral de estremecedora grandilocuencia existencialista, que no hacía sino corroborar la injusta e inadmisible atrocidad que comporta todo conflicto armado. El excelente plantel de actores reunía a un buen puñado de promesas hollywoodienses, así como otra inconmensurable caracterización de Nick Nolte.

Otras películas sobre las vicisitudes de un colectivo de FUSILEROS

Uno rojo, división de choque – Samuel Fuller (1980)
Platoon – Oliver Stone (1986)
La chaqueta metálica – Stanley Kubrick (1987)

10 comentarios

  1. Estar veinte años alejado del cine y volver con una obra tan asombrosa sólo está al alcance de un director de talento privilegiado como es Malick. Entre un espectacular reparto de grandes actores destacan también, aparte de Nick Nolte, Elias Koteas y Sean Penn. Y es especialmente inolvidable el personaje creado por James Caviezel que es tan espiritual que en ocasiones no parece únicamente humano. Es curioso que este actor interpretase a cristo unos años después. La grandilocuencia existencialista que mencionas en tu comentario y que cuestiona en todo momento la sinrazón de los conflictos bélicos, nos hace reflexionar de manera profunda sobre el sentido y los intereses que hay detrás de las guerras. Y sobre conceptos como heroicidad o patriotismo, muchas veces utilizados para manipular a los soldados, que son carne de cañón necesaria e imprescindible, y muchas veces simples herramientas utilizadas para conseguir victorias, condecoraciones, ascensos…
    La historia nos permite contemplar los momentos de calma, interminables, que preceden a los estallidos de violencia, repentinos, que de esta manera resultan mucho más impresionantes y sobrecogedores. La puesta en escena de gran virtuosismo nos muestra que las batallas y la violencia no están exentas de su propia belleza terrible y cruel. Y la muerte o el sacrificio por otros, nos muestra al héroe que probablemente nosotros nunca seremos.
    Como vemos se cuestiona el concepto de heroísmo y al mismo tiempo se nos permite admirar la heroicidad más absoluta. Contradicciones lógicas en una obra compleja y admirable como es «La delgada línea roja», una de las mejores películas americanas de la historia del cine.
    Un saludo.

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    1. Excesivamente espiritual y existencialista se me antoja el personaje de James Caviezel. Resulta complicado imaginar un soldado con semejante disposición reflexiva en esas lides… De verdad, me parece algo exagerado catalogarla entre las mejores películas americanas de la historia. Eso sí, no cabe duda que se trata de uno de los grandes títulos bélicos del cine contemporáneo. Un saludo.

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    1. Sé que se trata de una de tus películas de cabecera. Recuerdo cuando dí entrada en el blog a «Salvar al soldado Ryan» y cómo Altaica se indignó cuando hiciste referencia a ella, calificándola de «insoportable homilía» y puntualizando que necesitaría ejercicios de fortalecimiento mental para visualizarla una vez al año. Ahora, veo que en esta entrada también se ha despachado a gusto con ella…

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  2. He contado como unas 250 frases a mayor gloria de un prosa poética tan afectada como vulnerable. Son tres horas de un enorme pretexto en el que se utiliza el cine para un cúmulo de reflexiones ambiguas, fáciles, pretenciosas y siempre grandilocuentes. Estética relamida, con divagaciones mil y acumulación barroca de personajes en poses y situaciones metidas con calzador. Trescientas veinte escenas donde el dolor se viste de pose, cielos y paisajes naturales en confrontación con la guerra, derivaciones éticas impostadas en su trascendencia hueca.
    El guión no existe, es un devenir mal agrupado al servicio de un discurso continuo y machacón, fácil como pocos y pintado de lirismo que a mi me produce un enorme cansancio. Otra homilía de tres horas, cansina, aburrida y amanerada. Tan discutible en la forma como en el fondo. Un ejercicio hueco revestido de intelectualidad de traca. La insoportable levedad de Malick.
    Se suceden o se yuxtaponen las secuencias al socaire de continuas reflexiones y los personajes se me antojan de paja, muy mal definidos salvo para configurarlos superficialmente como meros vehículos al servicio de reflexiones y más reflexiones. De grandes frases ambiguas, trilladas y siempre atróficamente poéticas o mejor místicas. Una suma de coralidad lastrada de pretensiones metafísicas y filosóficas. Resulta difícil creer que se aglutinen uno tras otro una serie de individuos en un discurso programado, que a todas luces resulta recargante y falso. Se suceden como fantasmas recitadores de textos, para mi, forzados. Una suerte de guerra de sensibles desde la farsa.
    Es la pura ausencia de naturalidad o limpieza de miras en una contrariamente buscada limpieza de espíritu. Contradicción entre forma (increíble) y fondo (en todo caso cargante por su reiteración). Esa desvinculación del hombre con respecto al mundo prístino de tribus aún no reas de lo bárbaro, en tanto que civilizado, o del mundo animal, es en sí una segregación cuando menos discutible, pues encima Malick también nos dice que sí somos responsables y culpables al habernos salido de lo natural y haber violado el tesoro dado. Un panteísmo en el que el hombre no forma parte. De ahí que el propio discurso de Malick no sea capaz de, no ya dar respuestas, ni tan siquiera justificar el origen de su descrita atrocidad. Si es panteísta nosotros, inexorablemente, formamos parte del mundo natural y no puede dicho mundo quedar ausente de responsabilidad, si es que la hay, pues somos seres o moléculas del mismo.
    En muchas escenas las figuras posan materialmente como cuadros para indicar el dolor, el miedo, la lucha, la reflexión y más parecen postales que veraces planos cinematográficos. Al final todo queda en el abuso de la voz en off (no como línea de unificación o aclaratoria, más como medio de adoctrinamiento, de nuevamente homilía barroca y cansina), las postales relamidas (con poses de soldados para analizar en muchísimas secuencias, como por ejemplo, en la que toman la colina, en la cual los soldados japoneses, mostrados en un pequeño trávelling, parecen ir gesticulando y moviéndose conforme la cámara se les acerca, a modo de última cena o teatro forzado), las misivas recurrentes y reiteradas que aparecen por doquier, el guión sin guión pues todo es un devenir de textos, actores mirando al cielo y reflexionando … Uffff

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  3. A los que les gusta ‘La delgada línea’ roja yo les recomendaría cine del bueno como ‘El arpa birmana’, donde el lirismo y la redención frente a la guerra es un milagro. La segunda versión del director también es formidable. Veracidad y poesía de la buena frente a la homilía cósmica de Malick y su sermón en la selva.

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    1. Impresionante comentario, Altaica, donde creo que dejas meridianamente claro que no sabes por dónde pillar este alegato antibelicista de Malick. A mi no me parece tan detestable, ni mucho menos, aunque reconozco que tampoco me apasiona. En cambio, sí me entusiasma la segunda versión que Ichikawa hizo de «El arpa birmana» (1985). No he visto la primera (1956) y me gustaría hacerlo antes de darte entrada en el blog. Un abrazo.

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