ADMIRACIÓN (Raíces profundas)

Consideración especial que se siente o tiene para con alguien o algo, por el afecto o las cualidades que disponen, según corresponda (…) Generalmente cuando algo o alguien causan admiración en otro es porque disponen de atribuciones o propiedades notables, positivas y originales, que impactan en éste de manera desbordante. (definicionabc.com)

«El amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración»
Catalina de Siena (1347-1380) Santa católica, co-patrona de Europa e Italia y Doctora de la Iglesia

RAÍCES PROFUNDAS (Shane) – 1953

shane

Director George Stevens
Guion A.B. Guthrie Jr.
Fotografía Loyal Griggs
Música Victor Young
Producción Paramount
Nacionalidad Estados Unidos
Duración 118m. Color
Reparto Alan Ladd, Jean Arthur, Van Heflin, Brandon de Wilde, Ben Johnson, Jack Palance, Edgar Buchanan, Emile Meyer, Elisha Cook Jr.

«Uno no puede dejar de ser lo que es, torcer su destino»

El sempiterno enfrentamiento entre la nobleza y la malignidad, escudado en la no menos tradicional pugna entre campesinos y ganaderos terratenientes de finales del siglo XIX, y, a su vez, resuelto por la intervención de un héroe solitario de pasado escabroso y semblante impertérrito, por cierto, interpretado por uno de los actores más inexpresivos del Hollywood de la época. Ante tales arquetipos como premisa, irremisiblemente ligados a la iconografía del western clásico, no resulta fácil intuir el cúmulo indeleble de emociones turbadoras y sentimientos velados, tácitamente reprimidos, que acaba transmitiendo este himno a la fraternidad ante el abuso del poder caciquil, basado en una novela homónima de Jack Shaefer y popularmente inmortalizado por la relación de afecto y venerada admiración que el infante de la familia amenazada sostiene con el misterioso forastero. Además de dotar al relato de un poderoso ritmo secuencial, George Stevens supo beneficiarse de la sabia explotación del paisaje montañoso de Wyoming, de un inspirado plantel de intérpretes y de una bellísima partitura musical.

Otras películas sobre la ADMIRACIÓN

La sombra de una duda – Alfred Hitchcock (1943)
Matar a un ruiseñor – Robert Mulligan (1962)
La lengua de las mariposas – José Luis Cuerda (1999)

8 comentarios

  1. Ay, ay, ay… querido Antonio, aquí me has tocado… Y es que esta película la uno a la figura y al recuerdo de mi padre pues era su película favorita. La adoraba y siempre se emocionaba con la escena final y el niño gritando: Shaaaannnneeeee. La he visto una y mil veces y nunca me canso. Además fue mi primer descubrimiento, cuando era niña, de Jack Palance, un actor que me gusta muchísimo y con una filmografía kilométrica con papeles sorprendentes. Luego también poco a poco me fui enterando de que la actriz que hacía el papel de madre era Jean Arthur… una gran comediante y reina del screwball comedy… Y Alan Ladd y sus películas de cine negro… En fin… Para mí esta película por los recuerdos y por como es… una joya. Además George Stevens es un director que no me disgusta en absoluto… Es director de otra película a la que profeso gran cariño, Gigante y para mí su obra cumbre es Un lugar en el sol.

    Después nombras otra de mis películas… Matar a un ruiseñor y es que la figura de Atticus Finch siempre me ha encantado. Sí, no me extraña la admiración y el cariño que deja en el camino de la vida…

    Besos
    Hildy

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    1. Comparto tu admiración por esta majestuosa película, de tal manera que yo la considero no sólo un título cumbre del género sino la gran obra maestra de su realizador, muy por encima de «Un lugar en el sol».
      Por cierto, el sábado volverá a aparecer como alternativa «Matar a un ruiseñor», mientras decido cuál es la palabra adecuada para darle entrada.
      Besos.

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  2. A.B. Guthrie Jr., además de algunos guiones, escribió novelas y relatos que dieron origen a grandes westerns como «RÍO DE SANGRE» (The Big Sky) de Howard Hakws, «DUELO EN EL BARRO» (These Thousand Hills) de Richard Fleischer y «CAMINO DE OREGON» (The Way West) de Andrew V. McLaglen. El sólido y trabajado guión de «RAÍCES PROFUNDAS», de gran alcance en los sutiles significados que el autor quiso darle y en el que se funden en perfecta síntesis los temas más queridos del western, fue resuelto por George Stevens con elegancia (no exenta de cierto barroquismo formal) e inspiración, consiguiendo una bellísima película (belleza a la que no es ajeno el soberbio trabajo fotográfico de Loyal Griggs por el que ganó el Oscar aquel año), que rápidamente y con todo merecimiento se convirtió en un clásico del género.
    La composición de Alan Ladd, en el mejor y más carismático papel de toda su carrera, con su indumentaria de gamuza, su rostro angélico y una aterciopelada parquedad gestual, confirió a su personaje, el noble y solitario pistolero Shane que huye de su pasado, un aura de romanticismo y misterio. A este respecto, es inevitable señalar las concomitancias de este personaje, quintaesencia del héroe del Oeste, con el Ethan Edwards construido por Ford cuatro años después para «CENTAUROS DEL DESIERTO». Tanto Shane como Ethan surgen del horizonte, de la nada, y se presentan en un hogar aislado y amenazado por elementos exteriores (un feroz latifundista que desea expulsar a los colonos, una partida de comanches itinerantes). Cada uno de ellos arrastra como una losa un pasado sin explicar tanto para los otros personajes como para el propio espectador (podemos intuir que han visto o tomado parte en hechos terribles). De manera velada, ambos expresan un amor imposible hacia una mujer que nunca podrá ser suya (la esposa del granjero en «RAÍCES PROFUNDAS», la cuñada de Ethan en «CENTAUROS DEL DESIERTO»). En las dos películas, estos héroes doloridos y añorantes de una familia, «adoptan» un joven discípulo que los admira (Brandon de Wilde, Jeffrey Hunter). Finalmente, deciden intervenir decisivamente en el devenir de las personas que los acogen, enfrentándose (solos) a las fuerzas que amenazan y ensombrecen la armonía de esa comunidad. Luego, al final de la película, tras solucionar de manera expeditiva los problemas, se alejan de esa civilización que han contribuido a consolidar y lo hacen como personajes anacrónicos e indeseados, condenados a la no integración. Bueno, en el caso de Shane, probablemente el destino sea más negro e inmediato (ha recibido un balazo del que ignoramos la gravedad).
    En fin, termino ya. Mientras escribía estas líneas he querido «envolverme» escuchando de fondo la evocadora música compuesta por Victor Young para la película. Y arropado por estos ecos, esta noche me dispongo a ver de nuevo «RAÍCES PROFUNDAS», una mítica y emocionante obra maestra que desde mi infancia me marcó de manera indeleble (como a Hildy Johnson que me precede con su comentario) y que nunca me canso de revisitar.
    Un saludo.

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    1. Seguro que la volviste a disfrutar como la primera vez… Las grandes obras maestras tienen el don de emocionar a cada nuevo visionado y, no cabe duda, que estamos ante una de ellas.
      Con tus sabias palabras has exteriorizado lo mucho que te apasiona la cinta y, aunque no acabo de reconocer ese barroquismo formal que mencionas en tu comentario, sí estoy absolutamente de acuerdo en su enorme concomitancia con «Centauros del desierto», especialmente en lo concerniente a los sentimientos velados del personaje protagonista respecto a la protagonista femenina; aunque en la enigmática y melancólica pesadumbre del Ethan fordiano se intuía un vínculo pretérito (probablemente doloroso) con su cuñada.
      Un saludo, Teo.

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  3. Raíces profundas siempre ha sido uno de mis westerns favoritos, creo que es un película inolvidable, de esas que guardas con un cariño especial, sobre todo si la ves de niño (aunque no fue mi caso). Otra peli que me gustó bastante de este director es La mujer del año, con Katharine Hepburn haciendo una gran interpretación. Saludos.

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