HONDURA (Tierras de penumbra)

Profundidad. Intensidad de un sentimiento. (Espasa-Calpe)

«Ahora no tengo dudas, vas a llegar distinta y con señales, con nuevas, con hondura, con franqueza. Sé que voy a quererte sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas» (poema Bienvenida)
Mario Benedetti (1920-2009) Escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo

TIERRAS DE PENUMBRA (Shadowlands) – 1993

shadows

Director Richard Attenborough
Guion William Nicholson
Fotografía Roger Pratt
Música George Fenton
Producción Price Entertainment/Spelling Films Int./Shadowland Productions
Nacionalidad Reino Unido
Duración 131m. Color
Reparto Anthony Hopkins, Debra Winger, Edward Hardwicke, Roddy Maude-Roxby, Michael Denison, Joseph Mazzello, Julian Fellowes.

¿Quiere Dios que suframos? No. Quiere que seamos capaces de amar y ser amados, que maduremos. El dolor es el megáfono que utiliza para despertar a un mundo de sordos. Somos piedras en manos del escultor que es Dios: los golpes de su cincel, que tanto daño nos hacen, también nos hacen perfectos”

Attenborough, hasta entonces especializado en titánicos y rutinarios espectáculos biográficos, firmó su mejor película como director con esta insigne adaptación de la exitosa obra teatral homónima de William Nicholson, donde, perseveraba en otra historia real, aunque de un calado mucho más intimista, como fue la emotiva, tardía y desoladora historia de ternura y pasión exenta de sujeciones sexuales, de amor puro y sincero ante los crueles avatares del destino, entre el escritor irlandés C.S. Lewis y la poetisa norteamericana Joy Gresham. El actor/realizador imprimió al relato un sentimentalismo de una hondura poco común, plasmando con una categórica vistosidad ambiental el rígido entorno universitario del Oxford de mediados de los cincuenta y cediendo el protagonismo de la función a su insuperable pareja de intérpretes: Hopkins, transmitía con portentosa contención el carácter solitario, melancólico y tradicional de un hombre entregado por completo a su profesión docente y literaria, mientras que Debra Winger retrataba con primor la naturaleza vitalista y liberal de su complejo personaje.

Otras películas que revelan una gran HONDURA dramática y moral

¡Qué bello es vivir! – Frank Capra (1946)
Primavera tardía – Yasujiro Ozu (1949)
Un lugar en el mundo – Adolfo Aristarain (1992)

7 comentarios

    1. ¿Sí? Imagino entonces que te habrán entrado ganas de volver a verla, al menos eso espero… Si ésta es tu película favorita, evidencias una sensibilidad especial y cierta complacencia por los conceptos clásicos del melodrama. En definitiva, bajo mi propio criterio, muy buen gusto…
      Gracias por tu visita, María.
      Un saludo.

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  1. Una película perfecta en su clasicismo, narrada con la coherencia del cine de siempre y que jamás vulnera los principios del melodrama, atribuyéndose una emotividad contenida de auténtico magisterio. Olvidada injustamente, es para mi una pieza maestra de la historia del cine que nos narra un milimétrico retrato de una sociedad, una memorable historia de amor y una lección de cine extraordinaria.

    Estoy cansado desde hace mucho tiempo de la tendencia crítica a estimar en menor grado aquellas obras vinculadas al romanticismo académico, en la presunción incorrecta y necia de una aparente facilidad o agrado para con el gran público, cuando en realidad, en tal caso, se deambula en un solar plagado de prejuicios, trampas, esquivas y suspicacias. Es más que probable que en realidad la erudición trence mal con viajes introspectivos al universo afectivo en su superficie mas barroca, adornada, rosa o evidente. Es por ello que esa erudición debería de saber distinguir entre piezas y es aquí cuando películas como esta deberían de estar en el sitio que se merecen. Una obra maestra sin paliativos.

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    1. Estoy de acuerdo contigo, Altaica. No es muy habitual asistir a un maridaje tan perfecto de intensidad romántica, refinamiento intelectual y contención declamatoria como el que se nos ofrece en esta adaptación de la pieza teatral de Nicholson (por cierto, basada en los relatos A grief observed del propio C.S. Lewis y Lenten lands de su hijo adoptivo Douglas Gresham). Ahora, resulta aún más llamativo por el hecho de que coincidiera coetáneamente con otro magistral melodrama de profusa emotividad costumbrista, «Lo que queda del día», que nos regalaba otra inconmensurable composición de Anthony Hopkins, por entonces en la cúspide de su carrera.

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