CODICIA (El bueno, el feo y el malo)

Deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes o riquezas. (Espasa-Calpe)

«¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia»
Epicuro (341 a.C.-270 a.C.) Filósofo griego

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO (Il buono, il brutto, il cattivo) – 1966

bueno

Director Sergio Leone
Guion Sergio Leone, Age, Furio Scarpelli y Luciano Vincenzoni
Fotografía Tonino Delli Colli
Música Ennio Morricone
Producción PEA/Arturo González
Nacionalidad Italia/ España
Duración 155m. Color
Reparto Clint Eastwood, Eli Wallach, Lee Van Cleef, Aldo Giuffré, Chelo Alonso, Rada Rassimov, Luigi Pistilli, Antonio Casas, Enzo Petito.

«El mundo está dividido en dos partes, amigo: los que tienen la soga al cuello y los que la cortan»

El spaghetti-western alcanzó su mayoría de edad gracias a la incursión en el mismo de un realizador romano procedente del ‘péplum’, que, con su denominada Trilogía del Dólar, profanaría los rituales del género con fundamentos del cine de samuráis y la comedia bufa en compañía del carisma incipiente de Clint Eastwood y el melódico poder sensitivo de Ennio Morricone. Si POR UN PUÑADO DE DÓLARES (1964) instauró la sofocante voracidad nihilista de la serie plagiando sin tapujos el YOJIMBO (1961) de Kurosawa, y, LA MUERTE TENÍA UN PRECIO (1965) refrendó con mayor ligereza las señas de identidad de la misma (encuadres estáticos, primeros planos súbitamente agresivos, humor negro y una extremada dilatación del clímax), fue en este violento apólogo sobre la codicia donde la erótica de la amoralidad leoniana alcanzó su máxima presunción, pulcritud y complejidad gracias a usufructuar la insalubre contienda por un botín de oro que tres heterogéneos forajidos acometen en plena Guerra de Secesión y resolverla en un duelo final tan hipnótico como multihomenajeado.

Otras películas sobre la CODICIA

El tesoro de Sierra Madre – John Huston (1948)
La loba – William Wyler (1941)
Pozos de ambición – Paul Thomas Anderson (2007)

14 comentarios

  1. … Super fan del feo, Eli Wallach. Es el personaje que me conquista de esta película (aunque claro está porque replica al guapo y al malo). Ay, Sergio Leone… no sé si te he dicho alguna vez que me gusta mucho el cine negro pero también el de gánsteres… pues bien una de mis películas favoritas de gánsteres la dirigió Sergio Leone y fue su obra póstuma… Érase una vez en América (qué pasada de película).

    Y ya sabes cómo me gusta William Wyler como director y La loba me parece, efectivamente, un retrato brutal sobre la codicia. Todo el mundo que ve a Regina (¡menuda Bette Davis!) no la olvida nunca… al pie de la escalera.

    Besos
    Hildy

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    1. Wallach está estupendo en el papel más recordado de su carrera. Un gran actor que lució como secundario en films como «Los siete magníficos», «Vidas rebeldes» o «El padrino III».
      En mi opinión, «Érase una vez en América» no sólo es la obra maestra de Leone (reconozco que nunca he fraternizado con el spaghetti) sino una de las más grandes historias sobre el crimen organizado que nos ha legado el cine. Una de mis preferidas de los años ochenta.
      En cuanto a Wyler, ya hemos comentado en alguna ocasión nuestra admiración por su cine y «La loba» es una de sus cumbres, con una Bette Davis inconmensurable.
      Un abrazo.

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  2. Excepto Pozos de ambición, que no he visto, grandiosas todas ellas. «El bueno, el feo y el malo» me parece un excelente lienzo épico y manierista, en donde imágenes, música y diálogos encajan a la perfección. Ni el maltrato que sufrió la película por parte de exhibidores (copias de más o menos duración según el país) han logrado desmerecerla.

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    1. De pequeño detestaba el queso. No sólo no lo soportaba sino que era incapaz de compartir mesa con alguien que en aquel momento lo estuviera comiendo. Pero, a base de insistir acabó gustándome, no me digas cómo ni cuándo tuvo lugar aquella bendita alteración gustativa pero ahora me pirro por un surtido de franceses y un buen tinto.
      En ocasiones, el «spaghetti western» me recuerda mi experiencia con este manjar lácteo. Lo he intentado en infinidad de ocasiones, he visto docenas de ellos, pero todavía no se ha producido el fenómeno y este subgénero me resulta de una adocenamiento cultural, temático y estilístico bastante insufrible. De hecho, únicamente salvo las películas de Leone y tampoco me convencen en absoluto. Si te digo la verdad, prefiero ponerme los auriculares y relajarme escuchando la soberbia banda sonora de «Por un puñado de dólares» (en varias ocasiones lo he hecho) que enfrentarme nuevamente a la ultraviolenta zafiedad de sus estereotipadas aventuras.
      Siento no poder compartir contigo tu pasión por el spaghetti… Lo seguiré intentando con alguno que todavía me queda pendiente, pero a estas alturas no creo que se repita el milagro del queso.
      Un abrazo y gracias por tu fidelidad.

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  3. Creo que no he visto tanta codicia junta, enfermiza y purulenta, como en ‘El salario del miedo’. Recientemente vi ‘Los canallas duermen en paz’ y también algo de ello tiene. La ambientas en la España de 2007 y es absolutamente creíble. Pero claro, menudo era Kurosawa.

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    1. Seguramente, la codicia es uno de los pecados capitales que más juego ha dado a lo largo de la historia del cine y, sin duda alguna, en las dos películas que citas hay codicia suelta a mansalva.
      ¡Qué buena es «El salario del miedo»! La he visto una vez y estoy deseando volver a hacerlo para publicarla en el blog. En cuanto a la película de Kurosawa yo también la ví hace poco (este mismo año) y estás en lo cierto que bien podría estar ubicada en la España precrisis. Y tanto!

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  4. Como seguidor que eres de los blogs, Nascaranda y El Crítico Abúlico, supongo que conocerás mi opinión sobre películas como «El bueno, el feo y el malo», extensible a lo que se ha venido en llamar spaghetti western.

    Créeme si te digo que nunca he llegado a comprender el éxito y el fervor pasional de muchos aficionados al cine por las películas de Leone, con excepción de su testamento cinematográfico. Siempre he pensado que abusaba de un mar de pasta, moscas, primeros planos, música a toda caña, sudor, tabaco masticado y escupido, vacuidad, abuso de la cámara lenta, planos mantenidos de varios minutos en los que te da tiempo de sacar al perro, fumarte dos cigarrillos o llamar al primo de América. Por no hablar de la más insoportable ausencia de verdadera descripción y análisis de personajes, pues deambulan inanes y huecos entre polvo, cartón piedra y gestos y miradas que me provocan más risa que el más elemental interés o misterio.

    Sería interesante un estudio de lo estereotipado en el cine, y claro aquí podríamos escribir dos mil trescientas setenta y dos tesis doctorales. Los tipos y arquetipos que plasma en todos sus western el bueno de Leone (no salvo ninguna) frisan en lo patético. En el puro esperpento. A veces, sus miradas apolilladas de tipos duros, sus cicatrices por doquier adornando sus caras, sus frases triviales, la demora y recreación fílmica más inconsistente y la simpleza de buenos y malos, me llegan a producir un híbrido entre risa y hastío.

    En muchos casos, los más, la violencia por la violencia, la inmolación al servicio del espectáculo cutre, la ausencia de fondo… Ya sea por la trivialización de la violencia o, peor aún, por derramarla como espectáculo estético y recreativo, (para eso hay que tener talento, véase la inconmensurable Ran, que introducirla aquí me resulta grosero) este tipo de cine es absolutamente incompatible con mis premisas cinéfilas. Lo más impostado, cutre, vacío y improductivo que he visto en el cine. Pero ya sé que soy de los pocos que no le gustan estás «maravillosas» películas. Como decía Boyero, ver al gran Fonda haciendo muecas gilipollescaz es un desatino casi inmoral. Pero…

    Pensándolo bien, qué difícil resulta seleccionar películas en base a una palabra. Bien pensado, el ejercicio que realizas es digno de elogio. Dificilísimo no irse de madre y encajar las que corresponden. Imagino que en más de un caso habrás tenido un auténtico dilema y quebranto de cabeza.

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  5. No conocía tu aversión por el «spaghetti» pero no me ha pillado de imprevisto. A medida que se van acumulando las películas nos vamos conociendo mejor y te aseguro que hoy ya te esperaba.
    No sé si has visto mi respuesta al comentario de Salvela pero, en esta ocasión, estoy de acuerdo contigo en que tanto en diálogos, atributos formales o tratamiento de los personajes la mayoría de estos films no sólo rozan el ridículo sino que, incluso, lo superan con desfachatez en muchas ocasiones.
    Me he reído mucho en tu mordaz descripción de las constantes del subgénero, especialmente en sarcasmos como «…planos mantenidos en los que te da tiempo de sacar al perro…». Tienes razón, pero creo que no es menos cierto que podrías aprovechar también para darte un paseo con algún que otro plano-secuencia de Tarkovsky o con alguna que otra disquisición filosófica del amigo Godard. De todos modos, quería que el «spaghetti» tuviera su sitio en el blog y creo que la llamada Trilogía del Dólar era el exponente más adecuado.
    No es fácil seleccionar los films en base a un vocablo, pero te aseguro que me divierte mucho. En más de una ocasión me he arrepentido de elegir alguna película en perjuicio de otra pero, en líneas generales, creo que no me está saliendo mal. De todos modos, intento asegurarme con los films que publico y prefiero dejar en la recámara películas que pueden ser encajadas bajo múltiples términos, como por ejemplo «El padrino».

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  6. Efectivamente, tiene que ser al mismo tiempo un divertido y angustioso reto. Lo digo por el hecho de que cuando me he puesto a pensar en la codicia me han salido películas que sí encajaban, pero al mismo tiempo no del todo. Tu comentario pues qué decirte, hacía tiempo que no encontraba a nadie que tampoco la gustaran los spaghetti … Por cierto, sé tolerante con mi vehemencia.

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  7. Por cierto, de Dreyer supongo que no coincidirás con mi opinión. Ahí si que creo que es un cineasta que te debe de gustarte bastante como también lo será Bergman. Y en cuanto al queso te recomiendo el Stilton, tomado sin pan y solo, raspando lentamente con cuchara de café, con el objeto de obtener una pequeña porción cremosa. Es decir, la cuchara la presionas lentamente sobre el queso sin cortar ningún trozo.

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